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La ciudad prohibida

 

¿Cuánta diferencia hay entre la gente del Himalaya y la de los Andes? Menos de lo que se podría suponer, como verás al final de este artículo. Por lo pronto, para subir hasta Lhasa como para subir hasta Machu Picchu, hay que tener muy buenas rodillas y pulmones. Además, creer en alguna cosa, muy profundamente.

Este es un artículo sobre la capital del Tibet y si en la primera introducción que hice al tema pudo inferirse que el artículo  se centra en semejanzas americanas y asiáticas, lamento la confusión. Puede que no haya escogido las palabras precisas, pero no quise engañar a nadie; más allá de lo cual, las fotos de las niñas (abajo) resultan elocuentes. Corresponde la precisión por las críticas que seguramente verán en los comentarios, las cuales agradecemos, pues ayudan a mejorar. Pero si por definición, todo es opinable, cuando estás en las cumbres y la cosa viene mezclada con política y religión, los que estamos muy lejos y muy abajo, «somos de palo», como diría el gran Obdulio.

Volvamos a Lhasa que en internet queda por acá nomás. Lhasa significa «lugar de los dioses» y durante años fue una ciudad prohibida para los occidentales. Es la capital del Tibet y, te guste o no te guste, ahora está en jurisdicción de la República Popular China, en una meseta rodeada por las montañas del Himalaya. Estarás muy encumbrado y si tenés problemas respiratorios más vale que antes de ir consultes a tu neumólogo, pues estarás a 3.650 metros sobre el nivel del mar respirando un 32% menos de oxígeno que en Montevideo.

En fin, no hay como ponerle «prohibido» a algo para que la gente se desviva por hacerlo, si no mirá la suerte de las religiones en lo que respecta al sexo y la gula. Así que actualmente hay que sumar unas cuantas decenas de miles de personas a los 350.000 tibetanos y funcionarios chinos que viven allí. Hay quien dice que no se puede confiar mucho en las estadísticas y que en realidad el actual auge turístico del Tibet atrajo a tantos chinos deseosos de mejorar sus ingresos que actualmente los tibetanos ocupan apenas el 50% de una población estable mucho mayor que la expresada en los manuales. No te preocupes, en Lhasa todos son muy amistosos aunque tienen la fea costumbre de tratar de convencerte de comer manteca de yak.

Además está el viejo barrio de Barkhor en el casco antiguo de la ciudad,  «una isla tibetana en medio de un océano chino» según la describe Gerardo Olivares en http://www.ocholeguas.com/2010/09/28/asia/1285690006.html. Tiene como saberlo, pues allí filmó una película que goza de muy buena crítica. Asegura que ese barrio resistió a la invasión del mundo moderno; «allí es posible sentir la magia y la atmósfera de lo que en su día fue aquella Lhasa inexpugnable, un sueño inalcanzable para los occidentales. Gerardo había pasado una semana en la ciudad de Dharamsala, al norte de la India, entrevistando al Dalai Lama y rodando diversas escenas para el documental Tíbet, libertad en el exilio. En Nueva Delhi me despedí de mi equipo de rodaje; ellos volarían de regreso a España y yo viajaría a Lhasa como un turista más, acompañado de mi cámara de vídeo doméstica. Mi intención era rodar imágenes de la complicada situación que vive la mayoría de los tibetanos, convertidos en ciudadanos de segunda categoría desde que China invadiera su territorio en 1958, obligando al Dalai Lama a exiliarse en la India».

La entrada a la ciudad viniendo desde el aeropuerto -dice-  la recuerdo como una de las mayores decepciones que jamás haya tenido en mis viajes por el mundo, porque la imagen que guardaba de Lhasa era de los años de mi niñez, la de las viñetas del gran dibujante Hergé en Tintín en el Tíbet. Y es que Lhasa ha sufrido una gran transformación, pasando de ser una pequeña ciudad feudal, fabulosa y prohibida, a una metrópoli de hormigón y cristal que, como el resto de las grandes ciudades chinas, no ha querido perder el tren del progreso.

A las puertas de las casas de té la gente se agolpaba para ver la última producción cinematográfica india, mientras los nómadas Kampas se apresuraban en acabar su partida de billar antes de regresar de nuevo a los campos helados de la meseta tibetana. Y en los talleres, niños de diferentes edades grababan en las piedras el Om Mani Padme Hum (Alabemos a la joya del loto). Paseando por sus calles me venían a la memoria los dibujos de Hergé; vendedores y artesanos, nómadas guerreros y personajes de leyenda, peregrinos llegados desde todos los rincones del país para realizar el circuito de peregrinación más importante. Y al fondo, dominando la ciudad, el fabuloso Potala, el más grande ejemplo del arte y de la arquitectura tibetana.

Toda esa reflexión tan profunda que te aproxima al escepticismo  yorugua, se termina apenas pasa la primera impresión, pues allí está el increíble valle del rio Brahmaputra y los palacios de Potala, Norbulingka y el templo de Jokhang, todos ellos ya incluídos como Patrimonio de la Humanidad. Asi que  terminemos con la queja y aprovechemos la infraestructura turística que surgió en los últimos años… sin olvidarte que todo esto sigue siendo sagrado para muchos que merecen total respeto. Si querés saber más del budismo tibetano andá a http://es.wikipedia.org/wiki/Budismo_tibetano.

La Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Lhasa) alerta sobre muchas inconsistencias en las fuentes históricas; todo viene coloreado no solo por la política, sino también por la religión y nosotros estamos demasiado lejos como para tomar partido, como si sobre todo lo que se nos presenta debiéramos formar juicios de valor. Entre el 629 y el 841 un antecesor del Gengis Kan creó el Imperio Tibetano que se extendía desde Mongolia hasta el Golfo de Bengala, razón por la cual fue más poderoso que la propia China. Como religión habían impuesto el budismo lamaísta, en sustitución de su taoísmo tradicional. Finalmente los mongoles se pelearon entre sí y todo terminó mal,  aunque Lhasa continuó siendo muy importante tanto desde el punto de vista religioso, además de una importante escala  en la Ruta de la Seda.

Ahora, para no pasar por alto todo lo que leés sobre estas cosas, aunque cada vez menos frecuente a medida que China deja de ser un enemigo potencial para transformarse en un ansiado socio comercial, deberías saber que desde la invasión china hay un gobierno tibetano en el exilio. Como es o era una teocracia, su jefe político es también su jefe espiritual y lleva el nombre de Dalái Lama (Océano de Espiritualidad), nacido como Tenzin Gyatso el 6 de julio de 1935, muy simpático él. (http://es.wikipedia.org/wiki/Dal%C3%A1i_Lama). Pensá y creé lo que quieras, pero esta gente no quemó a nadie en aceite, aunque redujeron a la servidumbre a miles de congéneres.

La proximidad de Nepal, la inconmensurable vastedad del Himalaya y la tradición tibetana, constituyen desde hace algunos años, una ruta turística que desafía en rentabilidad a la vieja ruta de la seda. Abajo encontrarás links hacia ofertas que ofrecen desde espiritudalidad a fondo por pocos dólares diarios hasta trekking y escaladas que corren por tu cuenta. No se debería ir a Lhasa sin dedicar algunos días a trepar las montañas, visitar lugares sagrados, deslizarse por los rápidos  y acampar conviviendo con lugareños, que siempre tienen alguna costumbre ancestral para enseñarte.

El turismo llegó a Lhasa y las tradiciones deberán hacer un esfuerzo para perseverar.

La ciudad en sí tiene tres círculos concéntricos para recorrer por el exterior el templo sagrado de Johnkhang; algunos los recorren de rodillas para ganar mérito o para reivindicarse de horribles pecados. El primer círculo, el Nangkor nace dentro del Templo de Jokhang y rodea el santuario de la Jowo Shakyamuni, donde está la estatua más sagrada del budismo tibetano. Continuamos citando a la Wikipedia: el círculo del centro, el Barkor (Bar-skor), pasa a través de la Ciudad Vieja y rodea el Templo de Jokhang y otros edificios vecinos. El más exterior de los círculos, el Lingkor (Gling-skor) delimita las fronteras tradicionales de la ciudad de Lhasa. Debido a la construcción de una larga calle, la Pekín Lam, el Lingkor no es normalmente utilizado por los peregrinos.

Lo mejor, para el caso de que no puedas viajar (todavía)  sería que ingresaras a Google Earth y apuntaras a 29°39′0″N 91°06′0″E; de esa manera conocerás toda la zona y si bien no tendrás la impronta de una presencia real, podrás subir hasta la cumbre del Himalaya y explorar rincones donde no se puede llegar o se llega enfrentando grandes riesgos. Y gratis, ¡qué siglo nos tocó vivir!

Si vas en agosto, cosa aconsejable por el clima, también tendrás oportunidad de participar en uno de los más antiguos festivales del mundo, como que se celebró por primera vez en el siglo VII y sigue tan campante, al menos en Lhasa.

Niñitas y carnavalitos cordilleranos, de Los Andes y El Himalaya. Y no me vengas con el estrecho de Behring u otras racistas explicaciones. Todos somos iguales, algunos más iguales que otros.

Lhasa está casi en el medio de la meseta tibetana y las montañas que la rodean se elevan hasta los 5.500 metros, así que cuando se viene el deshielo el río Kyi que la atraviesa y mucho más el Brahmaputra, se transforman en torrentes. Así que el paisaje orográfico no es demasiado diferente del que disfrutan nuestros hermanos bolivianos y peruanos, algunos de los cuales conservan los atributos indígenas y no se diferencian ni siquiera en la forma de los ojos, en la complexión física y en algunas tradiciones folklóricas.  Y ahí terminan las similitudes; todo lo demás es tan diferente que mete miedo.

Guillermo Pérez Rossel

Guillermo Pérez Rossel

http://himalayaventura.com/tibet.html

http://www.viajesporchina.com/Tours/VCH108

http://viaje-a-china.com/viajes-china/vac-tb-01/destacados/